Mercado de San Cristóbal de la Laguna. Tenerife
La irregularidad geométrica en el perímetro exterior del volumen a edificar, consecuencia de la estricta sujeción a las alineaciones prefijadas, obliga, en primera instancia, a una racionalización estructural, mediante la implantación de una trama ortogonal que resuelva de manera económica y sencilla la formalización de este volumen. La rigidez del planteamiento inicial, en cuanto a las circunstancias externas y estructurales, entraría en contraste con la posible libertad a la hora de situar los puestos de venta.
Este aparente desorden, en modo alguno respondería a una voluntad de arbitrariedad o falta de rigor funcional, bien al contrario, trataría de dar respuesta a unas de las condiciones de uso más importantes en un mercado: la separación radical de recorridos entre el público y las mercancías. Así, esta particular ubicación de los puestos es susceptible de provocar la configuración de un espacio interior de servicio, reservado para la circulación de los comerciantes y sus productos, manteniendo los perímetros exteriores para el tránsito de los clientes. La aparición de una serie de patios, apoyados en la geometría resultante, proporcionaría luz natural y diversidad de vistas a los espacios de circulación.